
Taú y Keraná son personajes de la mitología guaraní. La pareja fue objeto de una terrible maldición, según la cual sus hijos se convirtieron en los siete monstruos mitológicos guaraníes
Teju Jagua, Mbói Tu'ĩ, Moñái, Jasy Jateré, Kurupí, Ao Ao y Luisón; cabe destacar que todos son sietemesinos, es decir, que nacieron con 7 meses de gestación.
En la mitología guaraní, según Narciso R. Colman (Rosicran) en su obra "Ñande Ypykuéra" ("Nuestros antepasados o Génesis de nuestra raza") Tupa es el dios supremo de los guaraníes, es el que creó la luz y el universo.
Tupa es el dios supremo de los guaraníes, es la deidad que creó la luz, el universo y la raza Guaraní.. Su morada es Kuarahy (el sol), celebró nupcias con Arasy (madre del cielo), y elijió como morada nupcial la luna (jasy).
Se dice que en una remota mañana Tupa y Arasy bajaron a la tierra e instalados sobre una colina de Aregua, crearon los mares y los ríos, los bosques, las estrellas y todos los seres del mundo.
Allí Tupa creo la primera pareja humana: Sypavé y Rupavé nombres que significan "Padre de los pueblos" y "Madre de los pueblos", respectivamente.
La pareja tuvo tres hijos varones: Tumé Arandú, Marangatú y Japeusá y un gran número de hijas, entre ellas Porâsy, madre de la hermosura, y de gran fuerza física.
Además, creó y dejo con ellos a Angatupyry, espíritu del bien, y a Tau, espíritu del mal.
Kerana, una bella niña humana, hija de Marangatú, fue capturada por el espíritu del mal, llamado Taú. Juntos tuvieron siete hijos, que fueron malditos por la gran diosa Arasy (compañera de Tupa) y todos nacieron como monstruos horribles.
Muchos de los nombres de aquellos viejos dioses han sido olvidados por los hombres, pero aún hoy se mantiene viva la leyenda de estos siete monstruos.
LA LEYENDA
Kerana, bella como sus tías, está en la flor de la adolescencia, sus ojos tienen el brillo del movimiento de las aguas cuando juegan con el sol.
Sus delicadas manos existen sólo para las caricias.
Kerana, la joven más codiciada de toda la tribu.
Todos disfrutan de los momentos en que ella se pasea por la aldea, pero aún nadie imagina la desgracia que su belleza encierra para ella y para toda la gente que está a su lado.
Desde lo más oscuro de las sombras nefastas, Tau, el espíritu del mal, observa a la niña. La observa con deseo. La observa con pasión lujuriosa.
La observa para encontrar los puntos débiles y atacarla.
La quiere para sí y está dispuesto a todo para conseguirla.
El espíritu maligno se decide ahora a atacar.
Para aparecer en la tierra convierte su repugnante cuerpo en el de un joven apuesto y elegante.
Vestido como un extranjero acierta a pasar por la aldea donde Kerana duerme sus dulces sueños.
Lleva entre sus manos un flauta mágica que hace sonar junto a la hamaca de Kerana. La niña despierta y ve al joven. Nunca antes había visto un joven tan hermoso.
Kerana, hechizada por la música, la mirada y la sonrisa, lo escucha con placer. Más tarde el joven sigue su camino dejando extasiada a Kerana.
Pero la estrategia del espíritu maligno es observada con detenimiento por Angatupyry, el espíritu del bien. ?¡No te será fácil!? piensa para sí Angatupyry.
La calma de otrora ya ha sido rota. Aunque en apariencias todo esté como entonces, en los cielos ha comenzado la lucha.
Tau le tiene preparadas otras trampas a la niña.
Dos días después de su primera aparición vuelve con el sonido de su flauta mágica a despertar a Kerana. La niña ahora lo escucha embelesada.
Ahora conversa con ella, le cuenta historias maravillosas, la enamora. Angatupyry observa las visitas de Tau que ahora se hacen diarias y decide intervenir.
Primero siembra la duda en la niña. Le hace soñar sueños escandalosamente repugnantes. En sus pesadillas, Kerana ve como el joven apuesto y tierno se transforma en un horrible monstruo, se transforma en el mismísimo Tau.
Pero la innata ingenuidad de Kerana la lleva a contar sus pesadillas al joven. Cuando Tau se entera de los sueños cae en la cuenta de que es acosado por Angatupyry y decide enfrentarlo.
Como tantas otras veces, Tau y Angatupyry se han de trabar en una lucha sin tregua y eligen como escenario los grandes campos cercanos a las colinas de Areguá.
La lucha es fragorosa. Durante seis días con sus noches se han debatido los espíritus contrapuestos cruzándose en furibundos encuentros cuerpo a cuerpo. Lanzándose llamaradas de odio.
Kerana ha dormido esos seis días completos sin levantarse ni abrir los ojos.
Tau y Angatupyry, trenzados en recio combate, continúan ahora la lucha y una vez más Angatupyry está venciendo. Tau extenuado trata de evadir las feroces embestidas del espíritu del bien. Una vez más el bien triunfará sobre el mal.
En su lecho, Kerana comienza a tranquilizarse. Tau se va retirando de sus sueños.
Angatupyry sonríe viendo casi vencido a su eterno enemigo. Tau rueda por el campo una y otra vez tratando de esquivar los ataques de Angatupyry.
Ya es el séptimo día de lucha y Tau se ve a merced de su enemigo, pero con el último aliento invoca al dios del valor:
-¡Pytãjovái, ayúdame a vencer!, gime desde el suelo Tau.
-¡Pytãjovái, ayúdame!, repite con desesperación viendo avanzar a Angatupyry.
De pronto, un viento de fuego frena el ataque de Angatupyry.
Tras las llamas se escucha la horrenda carcajada de Tau.
Pytãjovái ha escuchado los ruegos del malvado y se ha presentado en el campo de batalla con todas sus armas. Angatupyry yace moribundo.
Tau se levanta y mira altivo con sus ojos cargados de maldad.
Kerana despierta de pronto y sube a lo alto de un árbol desde donde escruta el horizonte. Tau, convertido nuevamente en el apuesto joven se dirige hacia ella sin oposición alguna.
Fundidos en un largo abrazo los jóvenes se saludan. Tau, desde su disfraz de ingenuo, por primera vez le habla de sus deseos más recónditos y conducido por sus propias ansias, se muestra ante ella con toda su fealdad convirtiéndose de pronto en el terrible monstruo que es.
Kerana grita y toda la tribu acude a su llamado. Tau se aferra a su presa y huye enceguecido. Nadie puede detenerlo. Lo ven alejarse llevándose consigo a la bella Kerana.
Tau conduce a la niña a su inaccesible morada y la persuade de intentar escaparse.
¡No lo intentes, morirás si pretendes irte!, le dice con su voz de trueno.
Tau, a partir de entonces sacia su sed de placer en el joven cuerpo de Kerana.
Sometida, la niña llora desconsoladamente y su llanto enfurece aún más al terrible espíritu del mal.
¡No seré tuya jamás! grita Kerana cada vez que el monstruo la posee, pero el grito es apagado por los ensordecedores gruñidos de Tau.
La tribu le implora a Arasy que interceda para lograr el milagro de rescatar a Kerana. La indignación y el estupor han invadido a la gente que ahora pide un castigo ejemplar para el raptor desalmado.
Arasy escucha los ruegos y maldice a Tau, lo maldice para toda la eternidad y maldice a toda su descendencia, condenándolo a procrear siete hijos, sietemesinos monstruosos y deformados que serían el origen de los mitos y leyendas guaraníes.
Siete lunas han pasado desde aquel día en que Kerana fue raptada por el malvado.
Siete lunas han observado pálidas de espanto la desesperación de la niña. Ahora Kerana está dando a luz.
Ella espera un niño, pero la maldición de Arasy le ha hecho engendrar un monstruo.
Así, asediada permanentemente por Tau, Kerana, parió un hijo cada siete lunas. Todos sietemesinos. Todos fenómenos deformes. Todos malvados...

TEJU JAGUA
Kerana da a luz un horrible monstruo de siete cabezas. Siete de cabezas de perro cuyos ojos despiden llamaradas.
Siete cabezas de perro y un horrible cuerpo de lagarto.
Su ferocidad fue aniquilada por deseo de Tupã y, contrariamente a su horrenda figura, se alimenta solamente de frutas y de la miel que su futuro hermano menor, Jasy Jatere le lleva hasta su escondrijo.
Nunca pudo hacer uso de sus fuerzas sobrenaturales, debido a la pesadez de su cuerpo. Fue considerado como el dominador de las cavernas y protector de las frutas.
MBÓI TUI
El segundo hijo del mal vio la luz con la forma de una gran sierpe con cabeza de loro y un descomunal pico.
Con su bífida lengua roja como la sangre, su piel escamosa y veteada, su cabeza emplumada y su mirada maléfica, ronda por los esteros y protege a los anfibios.
Adora la humedad y las flores. Se lo puede identificar sin verlo pues lanza terribles y potentes graznidos que se escuchan desde grandes distancias.
MOÑÁI
Kerana, abrumada por la pena y apabullada por el incontrolable Tau, pare su tercer hijo, quien como su antecesor inmediato, tiene el cuerpo de una enorme serpiente y posee dos cuernos rectos e iridiscentes que funcionan como antenas.
Sus dominios son los campos abiertos. Sube a los árboles con gran facilidad y se descuelga de ellos para cazar a las aves con las que se alimenta, a quienes domina con el hipnótico poder de sus antenas. Es por ello que también se dice que es el señor del aire.
Moñái protege el robo y lo fomenta. Ladrones y sinvergüenzas aún hoy lo invocan en sus fechorías. Acumula el producto de su rapiña en una gruta del cerro Yvytykuape, hoy cerro Kavaju, en Atyra.
JASY JATERE
En su cuarto período de gestación, Kerana siente que al fin hay algo de humano en su vientre.
A los siete meses, como ha ocurrido con todos sus hijos anteriores, pare a un niño de dorados cabellos y piel muy blanca, pero el niño ha nacido con un bastón áureo en su mano derecha. Una leve presión sobre su varita mágica y el niño desaparece volviéndose invisible.
El niño horroriza a su madre desapareciendo y apareciendo en lugares increíbles.
Jasy Jatere será el duende que en las siestas, escudado en su figura de niño, asediará a las jóvenes y a las niñas que se animen a salir solas, conquistándolas y poseyéndolas con los poderes de su mágico bastón.
Dominará a las abejas y de ellas obtendrá la miel con la que se alimentará y cuyos restos llevará hasta la cueva donde vive su hermano mayor, Teju Jagua.
KURUPI
Ahora Kerana da a luz al quinto engendro del mal. Su figura se parece en mucho a la de Tau, en sus rasgos agudos y en su piel oscura y llenará de temor a las jóvenes.
Su principal característica física es un enorme y larguísimo pene que lleva enrollado a la cintura. Sus ataques a las mujeres solas que se aventuran por la selva serán mucho más furibundos y crueles que los de su hermano JasyJatere. En esos casos Kurupi viola y mata a sus víctimas.
Pero su mayor diversión es raptar a las vírgenes, quienes desparecen misteriosamente para regresar embarazadas y listas para parir a los siete meses.
Los hijos de Kurupi, sin embargo, mueren al séptimo día de un extraño mal. Domina a los animales silvestres y no abandona nunca la selva donde reina con el poder de su sensualidad, excepto para raptar a sus víctimas.
AO AO
Entregada a su destino, Kerana da a luz a su sexto hijo. Una vez más sietemesino. Una vez más monstruoso. Este posee la facultad de reproducirse solo y vive en una gran manada en las zonas más inhóspitas de cerros y montañas.
El Ao Ao se alimenta de carne humana y vive persiguiendo a las gentes que se aventuran por los cerros. La única manera de salvarse de la manada es trepando a un pindo.
Cualquier otro árbol en el que se refugien los perseguidos será desarraigado por sus terribles garras y derribado en poco tiempo pero al parecer, el pindo posee algún hechizo contra la ferocidad de estos monstruos.
El AoAo es cuadrúpedo pero cuando ataca se para en dos patas. Sus poderosísimas garras y su cabeza feroz nos recuerdan a un oso, pero su cuerpo es como el de una oveja y bajo esa apariencia logra que la gente se le acerque sin temor.
LUISÓN
El séptimo y último alumbramiento de Kerana fue tan terrible como los seis anteriores. Su cabeza, semejante a la de un perro, deja ver una larga hilera de filosos dientes de diferentes tamaños.
Sus orejas son pequeñas e impuestas en la parte superior del gran cráneo. Su cuerpo esmirriado y seco, sus extremidades mitad humanas, mitad garras le dan un aspecto desgarbado.
Habita en los campos santos y se alimenta de los cadáveres que allí desentierra. Se le puede escuchar en las noches de luna llena, cuando emite sus lastimeros y aterrorizadores aullidos, trepado a las lápidas de las tumbas.
HAY QUE HACER ALGO
El mal, propagado por el triunfo de Tau, impera en las tierras que Tupá bendijo aquel día primero por la influencia maligna de los siete hermanos fenómenos, hijos de Tau y Kerana, cuyos hechos hicieron cundir odios, discordias y luchas por doquier.
Ahora los hombres se arman, se matan, prefieren el vandalismo a la bondad. La semilla del mal está instalada en toda la tribu.
Es en este momento de confusión y furia es cuando la calma y sabiduría de Tume Arandu aparecen para decir basta.
El sabio convoca a los más renombrados miembros de la tribu pues tiene algo importante que decir, algo que solucionará los problemas actuales.
Tume exhorto a todos al amor mutuo, a la concordia y propuso poner orden en la tierra, castigando severamente a los siete hermanos, destinando a Porasy, una de sus hermanas a colaborar con ellos.
Yo iré a matarlos ?dice Porãsy poniéndose de pie.
Engañaré a Moñái y escaparé de sus fauces sin un sólo rasguño, pero si Tupã desea el sacrificio, allí estaré para morir por mi pueblo.
Porãsy, altiva extiende su mirada más allá del círculo familiar que la rodea y gira alrededor de los reunidos. Está ansiosa por comenzar su tarea.
Aún no sale el sol y Porãsy ya parte hacia la gruta donde Moñái vive y acumula el producto de su rapiña, se presenta ante él y desplegando todas sus artes, convence al monstruo de casarse con ella y de reunir allí a todos sus hermanos para una gran fiesta de casamiento.
Moñái, obnubilado por la suprema belleza, gira alrededor de la niña haciendo zigzaguear su largo y escamoso cuerpo.
-Sabrás que Teju Jagua, uno de mis hermanos, no puede salir de su cueva a raíz de su deformidad, pero si realmente me amas, como dices, entonces podemos partir de inmediato hacia Jaguaru y celebrar la boda en aquel lugar.
El plan de TumeArandu comienza a andar. La partida hacia Jaguaru, prevista por el sabio, es inminente. Porãsy responde de inmediato y sin dudar:
-Comprendo perfectamente y si ése es tu deseo, partiremos de inmediato.
Sin ningún recaudo la bestia parte hacia Jaguaron acompañado de la bella Porãsy. Allá van. Ella elegante y hermosa.
Él reptando y avergonzado de andar así a la luz del día, pero ansioso de poseer a la que reina sobre la belleza de la tierra.
Ahora están todos reunidos. Porãsy ataviada con un vestido de niebla y cascadas, sabe que está llegando el momento en que su actuación debe ser totalmente convincente. Ante su ojos, como nadie los ha visto antes, están los siete hermanos: Kurupi, Jasy Jatere, Moñái, Teju Jagua, Mbói Tui, Luisón y AoAo.
La postal es terrorífica pero todos están extrañamente alegres. Corre la chicha y los monstruos beben monstruosamente. La trampa se prepara y el fin está cerca.
Porãsy espera el momento para actuar. Observa a los siete hermanos. Observa la borrachera sabiendo que su tribu espera una señal suya para actuar.
Momento culminante: Porãsy cree llegado el momento e intenta escapar. Alcanza la puerta y está a punto de salir. Desde afuera ya empujan la gran piedra que cubrirá la entrada, pero Moñái advierte el movimiento y, como un rayo, saliendo de la penumbra envuelve con su cuerpo de serpiente el frágil cuerpo de la niña tirándola nuevamente al fondo de la caverna.
Sus fauces abiertas desmedidamente para lanzar un grito aterrador:
¡Traición!?. El grito de la furia de Moñái.
¡Cierren la gruta, ya no puedo salvarme!, El grito desesperado de Porãsy.
La tribu clausura la entrada de la gruta acumulando febrilmente piedras y leña y el fuego exterminador que fue alimentado toda la noche, comienza a alzarse en el cerro.
Arden los monstruos consumiéndose en el fuego. Arde Porãsy y su pequeño cuerpo ingresa en la transformación final.
El alma de Porasy salió de allí, se elevo a los cielos y se transformó en Mbyjako´e, la estrella matutina, Venus, designada por Tupá para alumbrar las auroras hasta el fin de los tiempos.
Siete días y siete noches estuvo el cerro bajo el mar de fuego, alimentado con ahínco por toda la tribu.
Al fin, los siete maléficos ascendieron a los cielos convertidos en siete pequeñas estrellas que hoy conocemos como la constelación de Las Pléyades o Las Siete Cabritas. La tribu les dio el nombre de Eichu y aún hoy se les conoce con aquel nombre.
Consumidos los horribles cuerpos de los monstruos y purificados sus espíritus, descansan para siempre en el alto cielo.
Cuando la luz del octavo día despejó los últimos restos de la densa humareda Tume Arandu abrió la gruta y el viento se llevó para siempre las cenizas.
La tribu vuelve a respirar la brisa límpida que Tupã legara en el principio.
El lugar del sacrificio, la gruta de Moñai es conocido con el nombre de Moñai Kuare, cerca de Jaguarón.

